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Los 20 años de Las Leonas: La intimidad del nacimiento de una marca registrada del deporte argentino

Este 24 de septiembre se cumplen dos décadas desde que el seleccionado femenino de hockey sobre césped usó por primera vez el logo y el nombre felino. Sus logros y su legado.

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“Magui” estira su trenza derecha todo lo que puede. Suplica para que la jueza no se dé cuenta de que sobre la marca de la camiseta hay algo que hasta el partido anterior no había. Mira al banco y busca desesperada a “Clota”. “Tranquila, está todo bien”, lee en sus labios. No recuerda mucho más: solo que ganaron y que su secreto seguía oculto, aunque la leona ya había salido de la jaula.

Era algo nuestro. No lo sabía nadie y hasta el tercer partido nadie dijo nada”, recuerda Magdalena Aicega a 20 años de aquel 24 de septiembre de 2000, cuando por primera vez el seleccionado femenino argentino de hockey sobre césped usó la figura de una leona en su camiseta. Fue contra Holanda, en el arranque de la fase final de los Juegos Olímpicos de Sydney, cuando comenzó la leyenda de las Leonas, una marca registrada del deporte nacional.

“Después del partido dijimos: “Chicas, ni se les ocurra meter esta remera en el lavarropas, porque no sabemos dónde termina la leona. Se lava a mano y no se toca“. “Era todo muy trucho, muy casero. Hoy te reís, pero más allá de que no tenés una sola remera, te das cuenta de que es una locura cómo se dio, porque tuvimos que ser “gomas” en no saber leer el reglamento”, agrega Magui sobre ese momento que adelantó el nacimiento de la leona.

Es que el símbolo había tomado forma un tiempo antes, con el objetivo de crear una identidad que le permitiera a esa Selección que Sergio Vigil conducía desde 1998 salir del cuarto puesto al que parecía haberse acostumbrado. La idea original era usar esa camiseta estampada en la Galería Jardín en el partido por una medalla. Pero todo eso cambió repentinamente el 21 de septiembre, cuando Argentina perdió 1-0 con España el último partido del Grupo A. Esa derrota provocó que, pese a las victorias sobre Corea del Sur y Gran Bretaña, avanzara sin puntos a la fase final.

Antes del partido con España, pensábamos que teníamos casi una medalla en la mano, por el muy buen puntaje (6 unidades) comparado con la otra zona, y de golpe te bajan de un hondazo, no tenés nada y hay que salir a pelear para ver si conseguís algo. Por eso cuando perdimos con España nos fuimos llorando: pensamos que no teníamos ninguna posibilidad”, aporta Vanina Oneto, la goleadora de ese equipo.

Lo del reglamento influía en la bronca, fundamentalmente en una culpa muy grande que teníamos nosotros como equipo técnico de haber comunicado mal. Nos costaba mirarlas a la cara”, rememora Cachito. “Les decíamos: ‘Chicas, perdón’. Pero ellas fueron las primeras en decir: ‘Bueno, tenemos cero puntos. Listo. ¿Qué hay que hacer?’. Tenía que volver el alma de la guerrera leona”, recuerda que pensó.

El cuerpo técnico, que también integraban el preparador físico Luis Barrionuevo y el asistente Gabriel Minadeo, las jugadoras, los periodistas y hasta los familiares de las chicas sacaron la calculadora y empezaron a hacer cuentas. Descubrieron, entonces, que de ganar los tres partidos, Argentina jugaría su primera final olímpica. “Después de perder con España nos vieron tan mal que nos dieron un día de shopping. Después, en el entrenamiento, Cacho nos sacudió. Creo que hasta dijo una mala palabra”, bromea Oneto.

No me olvido más que ese día se me acercó el periodista Ale Klappenbach y me dijo: ‘Quédense tranquilas, porque si ustedes les ganan a Holanda, China y Nueva Zelanda, están en la final olímpica’. Es que en un momento pensábamos que ni ganando estaríamos en una final, porque el resto llegaba con puntos. Y esa noche nos juntamos en la casa”, anticipa Aicega.

A diferencia de otras Villas Olímpicas, a la de Sydney la conformaban casas. Y eso, según Inés Arrondo, la que le puso su trazo al dibujo de la leona, ayudaba a recrear “el entorno de familia en el que se termina transformando el equipo”. Guionado por el cuerpo técnico, el último en hablar iba a ser Barrionuevo, quien sacó a la luz la segunda parte de un cuento que había tenido un primer capítulo el año anterior, en los Juegos Panamericanos de Winnipeg.

Fue una historia increíble y fue la historia del equipo. Sentí la eternidad en ese momento. Cuando terminó Luis, todos los espíritus se fundían en uno y hubo un silencio de unión y conexión”, aporta Vigil.

Esa fue la noche más mágica que me tocó vivir en mi carrera deportiva por lejos. Todos los que éramos parte de las Leonas, que no éramos Leonas todavía, tomados de las manos y se nos caían las lágrimas. Era como un fuego que quemaba y contagiaba”, sigue Oneto. Y se suma Arrondo: “Fue muy movilizante. Nos juntamos en el living de esa casa que habitábamos como familia y ese tesoro oculto que nos habíamos llevado sin saber si la íbamos a usar salió, porque era el momento de sacar todo eso que sentíamos que representábamos juntas”.

El silencio lo rompió Karina Masotta, ícono y capitana de la Selección. “Nos miró y nos dijo: Mañana contra Holanda sale la Leona“. Esa camiseta solo podía ser usada para cazar la presea, en el momento en el que tomáramos la decisión. Ese momento no era una semifinal ni la final. La Leona nació del amor, la convicción y el sueño de generaciones y no podía ser usada así como así. Como estaba dentro de la piel de las chicas, la camiseta tenía que ir a ellas”, explica Vigil.

La Leona era nuestro tesoro oculto y nos lo llevamos sin saber si la íbamos a poder usar, porque no estaba autorizado por el reglamento de la indumentaria. Cuando Clotita (Claudia Medici), la mamá de ese equipo, va a la reunión técnica con la camiseta, la agarra a la directora del torneo y le dice: ‘Las chicas tienen un símbolo que pusieron en la camiseta. No es nada comercial’. La miraron, la midieron y se autorizó”, remarca Arrondo sobre un episodio que no todas tenían muy en claro al salir a la cancha contra Holanda.

Pero la leona pasó inadvertida. “Contra Holanda, nadie se enteró que la usamos. En el segundo partido, contra China, uno me grita: ‘¿Qué tienen ahí en el pecho?’. ‘Ah, no, nada, una leona’, le contesté. En mi casa ni sabían que existía eso”, explica Oneto.

Algo similar le pasó a Magui Aicega: “Un periodista me preguntó: ‘¿Qué es eso que tienen ahí?’. Y yo me acuerdo que le dije: ‘No, nada, qué se yo, una leona que nos hicimos’. Como diciendo: ‘¿Qué te importa?’. Pero ni bola le dio y yo le di cero importancia. Y en el tercer partido, cuando le ganamos 7 a 1 a Nueva Zelanda, fue que apareció ‘Las Leonas llegan a una final olímpica”. Oneto aporta: “Ese día Clarín tituló ‘LEONAS’ en rojo y con letras de 15 centímetros”.

Australia ganó aquella final olímpica, pero en Argentina algo más grande había surgido. “Era algo muy nuestro la camiseta de la leona. Nunca nos hubiéramos imaginado tanto. Esa leona fue pensada para salir de ese cuarto puesto. En el fondo, era una jugadora más. Sentíamos una fuerza extra de alguien que nos empujaba a salir de ese lugar”, resalta la goleadora.

Llevábamos esa camiseta como un recuerdo, como algo para volver y meterla adentro de un cajón. Fue algo muy nuestro. No era una intención mostrarlo ni ser las Leonas. Pero las Leonas tuvieron que surgir porque tenía que ser, se tenía que dar de esa forma. De no haber leído mal el reglamento, nunca habríamos salido a jugar con esa remera. Y todo lo que parecía impensado, se logró con esa remera”, comenta Aicega.

En el momento del podio, se te pasa una película de la vida entera. Uf, me acuerdo y me emociono”, dice Arrondo, que contiene el llanto y respira hondo para seguir. “Es muy movilizante, porque hay toda una historia de vida para llegar ahí y es muy fuerte sentir que lo estás compartiendo con un país entero. Por primera vez en la historia de nuestro deporte habíamos subido a un podio olímpico”, resume.

Para Cachito Vigil, “fue un proceso de gestación de una Leona dispuesta a conquistar el mundo con espíritu de equipo, país y desarrollo de hockey”. Y el entrenador analiza: “A esa Leona que estaba adentro, un día, cuando ya estaba madura, se le abrió la jaula. Y cuando salió, lo que desparramó fue hambre de conquista y se descubrió un gen: el gen de Leona del deporte y de la vida. Por eso tuvo garra y generosidad y el legado fue tan grande“.

El legado de las Leonas

Cuando las Leonas nacieron en Sydney 2000, apenas había en el país 39 mil jugadoras federadas. Cuatro años después, el número se había triplicado 123.000, convirtiéndose en el deporte más practicado por mujeres, y en muchos colegios el hockey había desplazado al voley y al handball.

En todos los rincones del país, las pibas salieron a pedir jugar al hockey. Miles de profesores de Educación Física tuvieron que indagar sobre las reglas y los clubes y entregar una de las tres canchas de fútbol para que se juegue al hockey. Que nuestro deporte les mejorara la vida a tantas chicas y chicos fue lo más lindo que nos pasó y de lo más importante que hicimos”, resalta Arrondo, que desde diciembre es Secretaria de Deportes de la Nación.

Además, valora que “en el momento en el que surgen las Leonas, la mujer encontró en el hockey un lugar donde sentirse libre y haciendo deporte en equipo”. Y subraya: “Y eso fue muy importante porque al ser un ámbito no tan habitado por el hombre, la mujer encontró un lugar de resguardo y de cuidado. Para las violencias con las que conviven las mujeres en la sociedad, es importantísimo tener un ámbito de contención como lo es un equipo”.

Para Oneto, lo que ocurrió con esos Juegos del 2000 fue que las Leonas “traspasaron la pantalla y les tocaron el corazón a todos”, porque contagiaron su identidad y sus valores. “El hockey era elitista o selectivo. Aún en el sueño más gigante del universo, a ninguna de nosotras se nos ocurrió que iba a tomar la dimensión que tomó. En el delirio, mi sueño más grande era jugar un partido en Argentina y que la cancha estuviera llena”, agrega.

No solo generó el ‘Quiero ser una Leona’. Antes era más elitista y hoy lo juegan todas las clases sociales. Que todo el mundo quiera practicarlo y que en mujeres sea el deporte más practicado… Más no podés pedir. Uno no trabajó para eso, se dio solo. Ese es un logro enorme”, aporta Aicega.

Vigil coincide: “Desde ese momento, el hockey fue para todos, no importaba si tenías o no plata. El hockey iba a estar si vos tenías un sueño. Sydney fue el nacimiento de la Leona y en la gestación tuvo leones, tuvo al hockey. Por eso generó una bisagra. El hockey se sintió representado porque fue integrado en ese proceso. En cada uno salió una Leona o un León de la vida”.

Afecto a las palabras y a la charla amena y apasionada, a Cachito le queda el final de este recuerdo memorable. “La leona no es un logo. La leona representa un espíritu y un valor de todo el hockey argentino. El símbolo de las Leonas, que nació ese 24 de septiembre, fue producto de infinidad de embriones que pasaron por el seleccionado y ese equipo fue el que sacó la Leona del hockey argentino afuera, la defendió y la hizo jugar en la cancha de la vida con toda la expresión de los seleccionados que vistieron esa camiseta“, explica.

Representó la garra, la convicción, la valentía, el disfrute para jugar y la nobleza para conquistar. Hubo un equipo, por supuesto, que la sacó al mundo, pero lo que sacó fue todo un espíritu de años del hockey argentino. Por eso tuvo tanta fuerza y produjo una revolución deportiva asegura Vigil. No tengo dudas de que por algo nació en ese momento y con esas jugadoras que desde el primer al último día no pararon de enseñarme el camino, porque tenían una luz distinta”.

Fuente: Diario Clarín

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